Introducción

Introducción

En 1948 – después de haber designado a más de 20 gobernadores no-nativos de Puerto Rico – el Congreso de los Estados Unidos finalmente le otorgó a la gente de esta isla caribeña el derecho de elegir a su propio gobernador.

A finales de ese año, tras un gran triunfo, el poeta, periodista y político puertorriqueño Luis Muñoz Marín ganó en las primeras elecciones democráticas en la historia de la Isla. Desde comienzos de su administración, la cual se extendería hasta 1965, Muñoz Marín se comprometió a trabajar para mejorar las condiciones de vida en la Isla, especialmente las de esa mayoría que habitaba en las áreas rurales del interior de la isla. Entre los primeros proyectos del gobernador estuvo la fundación de la División de Educación de la Comunidad, mejor conocida como la DIVEDCO. Esta organización estuvo vigente por más de cuarenta años, y su impacto en la sociedad y cultura puertorriqueña ha sido inestimable.

La DIVEDCO agrupó a varios de los artistas, autores, compositores, y cineastas locales más prominentes con el fin de producir una serie de materiales educativos – películas, carteles y libros – con el propósito expreso de educar a la gente sobre asuntos de salud, seguridad, democracia, alfabetización, y participación cívica. Además de promover su agenda educativa, la DIVEDCO también enfatizó la importancia de preservar valores y tradiciones puertorriqueños que habían estado desapareciendo rápidamente desde que los Estados Unidos tomó control de la Isla en 1898, después de su victoria en la Guerra Hispanoamericana.

Durante la primera mitad del siglo XX, Puerto Rico seguía siendo una sociedad mayormente agraria. A pesar de su estatus como territorio de los Estados Unidos, para mediados del siglo, la isla era todavía una de las más pobres del Caribe, y su densidad de población llegaba a las 1,000 personas por milla cuadrada. Preocupado de que una isla tan densamente poblada no pudiera sobrevivir bajo un sistema agrario, y con la intención de mejorar las condiciones de vida de las masas pobres, el gobierno de los Estados Unidos conjunto a la administración de Muñoz Marín – emprendió una campaña ambiciosa de industrialización y modernización conocida como Operación Manos a la Obra (Operation Bootstrap en inglés). Como Puerto Rico había atraído la inversión de compañías estadounidenses en la isla con mano de obra barata y exenciones tributarias, una de las consecuencias más inmediatas y profundas de la Operación Manos a la Obra fue el éxodo masivo de la población rural a las zonas urbanas de la isla, donde miles de campesinos pobres fueron en busca de empleo. Esta transformación de una economía agrícola a una industrial trajo consigo otras repercusiones inesperadas. Según algunos, la modernización y la industrialización tuvieron un alto “costo espiritual” para el pueblo puertorriqueño. Aunque los puertorriqueños eran ciudadanos estadounidenses desde que se aprobó la Ley Jones en 1917, y habían experimentado décadas de influencia americana, el proceso rápido de la industrialización a mitad de siglo XX intensificó la americanización de Puerto Rico.

Muñoz Marín estaba plenamente consciente de la cuota cultural y espiritual que la Operación Manos a la Obra estaba teniendo en la isla, y por lo tanto se propuso demostrarle al pueblo puertorriqueño que la modernización no acarreaba la pérdida del orgullo nacional. En otras palabras, él convirtió en una prioridad demostrar que el avance económico y la conservación de la cultura no eran tareas mutuamente exclusivas. Con tal fin, en 1949 el gobernador Muñoz Marín firmó la Ley 372, con la cual, entre otras cosas, creó la DIVEDCO. La idea de Muñoz Marín de educar al pueblo a través del arte, películas, y literatura había sido inspirada en parte por el Federal Arts Program (FAP), la sección de artes visuales de la Works Progress Administration, la cual fue la más grande de las agencias del Nuevo Trato del presidente Franklin Delano Roosevelt. Tres individuos que habían participado en los programas del Nuevo Trato del Presidente Roosevelt también desempeñaron papeles claves en el desarrollo de la DIVEDCO: Edwin Rosskam fue su primer director, y Jack e Irene Delano estuvieron a cargo de los departamentos de cinematografía y gráfica. Eventualmente, la producción cultural de la DIVEDCO sería reconocida como emblemática del programa que Muñoz Marín denominó “Operación Serenidad,” la contraparte espiritual y cultural de su Operación Manos a la Obra.

La meta primaria de la División de Educación de la Comunidad era educar al pueblo puertorriqueño, especialmente a la población rural inculta. Para este sector demográfico, la Operación Manos a la Obra había conllevado retos significativos, y por esta razón, el gobierno se propuso ayudar para facilitar su transición a la modernidad. El énfasis en los jíbaros y su modo de vida se convirtió en la estampa distintiva de los materiales producidos por la DIVEDCO, en los cuales típicamente figuraba el trasfondo rural con el cual su público campesino se podía identificar fácilmente.

Los temas de las obras didácticas de la DIVEDCO eran muy variados como se puede ver en la selección de carteles en exhibición el Snite Museum of Art. Esta colección constituye una muestra representativa de la mejor obra creada por los artistas gráficos de la DIVEDCO durante los 40 años de existencia del programa. Por décadas los carteles han sido las creaciones más reconocidas y valoradas de la DIVEDCO, y son altamente estimados entre coleccionistas de arte puertorriqueño, caribeño, y latinoamericano. Esto se debe en parte a que en su gran mayoría fueron diseñados por los artistas más logrados y reconocidos de la Isla – Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Antonio Maldonado, Carlos Raquel Rivera, Eduardo Vera Cortés, Rafael Delgado Castro, y José Meléndez Contreras – quienes hicieron mucho para hacer de la serigrafía uno de los modos de creación artística más populares de la isla.

Muchos de los carteles producidos por los artistas de la DIVEDCO – y la gran mayoría de los incluidos en esta exhibición – fueron creados para promover las películas producidas por esta entidad. Dado que el objetivo principal del programa era educar a la mayor cantidad de personas posible, los carteles debían ser no sólo llamativos y atractivos, pero también debían crear interés en el público campesino o rural al resumir visualmente los temas principales de la película anunciada. Estos carteles – que hoy día son tan cotizados – se imprimían en ediciones que a veces sobrepasaban de 5,000 ejemplares, la mayoría de los cuales típicamente habrían sido pegados a paredes, postes, árboles o cualquier lugar céntrico donde estuvieran visibles. Estratégicamente expuestos hasta en los rincones más remotos de cada comunidad, los carteles informaban al público sobre dónde y cuándo se mostraría una película. Estos eventos populares – que típicamente tomaban lugar de noche al aire libre – creaban una atmósfera de compañerismo que promovía el espíritu comunitario que la DIVEDCO trataba de fomentar.

Además de las reuniones que tomaban lugar antes y después de la presentación de las películas, la División también promocionaba la formación de grupos de estudio basados en otro de sus productos claves: los Libros para el pueblo. En la mayoría de los casos, estas reuniones ocurrían varios días después de la proyección de una película, y también tomaban lugar al aire libre. En la reunión, los participantes leían el libro escogido en voz alta y luego discutían los temas centrales aplicándolos a su contexto particular. Típicamente, un trabajador de la DIVEDCO estaba presente para facilitar (pero nunca dominar o dirigir) la discusión de grupo. Tal acercamiento tenía como propósito fomentar la comunicación entre los miembros de la comunidad de forma que ellos mismos se sintieran en control de su propia situación y discusión. Este espíritu democratizante se reflejaba más concretamente en la implementación de los emblemáticos “círculos democráticos,” en los cuales los participantes se sentaban en forma de círculo y al aire libre – lejos de los espacios restrictivos de las casas de caciques locales, los ayuntamientos, y otros edificios oficiales.

Ejemplares de los Libros para el pueblo, como los que están en exhibición en el Snite Museum, fueron distribuidos gratuitamente entre la población rural. Estos libros fueron escritos y producidos bajo la dirección del célebre autor puertorriqueño, René Marqués, quien funcionó como el arquitecto intelectual de la DIVEDCO. Un grupo de autores jóvenes que más tarde se convertirían en figuras canónicas de la literatura puertorriqueña – entre ellos los más notables son Pedro Juan Soto y Emilio Díaz Valcárcel – trabajaron junto a Marqués y publicaron sus primeros cuentos en estos libros educativos. Debido a que el propósito de los libros era instruir a una población rural que en su mayoría era analfabeta, los mismos utilizaban un lenguaje simple, un estilo conciso, y un gran número de ilustraciones para lograr transmitir sus ideas centrales de un modo accesible. El hecho que los más célebres artistas gráficos de la DIVEDCO ilustraron todos los libros ha llevado a que hoy día sean considerados como objetos de arte.

Varios de los Libros para el pueblo fueron publicados para complementar las películas producidas por la DIVEDCO, y de una manera semejante, muchas de la películas fueron inspiradas por cuentos y ensayos en los libros. Durante más de cuarenta años la DIVEDCO produjo decenas de películas, la mayoría de las cuales fueron proyectadas centenares de veces para asegurar que hasta las audiencias más remotas tuvieran la oportunidad de verlas. Algunas de las mejores películas del programa fueron presentadas en festivales de cine internacionales y hasta ganaron premios y menciones honoríficas. Además, dependiendo de su popularidad o de la vigencia del tema que trataran, algunas películas se proyectaban repetidamente por años, como fuel el caso de El puente, Ignacio, y Huracán, entre muchas otras. En tales instantes dos o más carteles diferentes eran diseñados para una sola película.

En resumen, la distribución cuidadosamente planificada de carteles, libros, y películas a la población rural e iletrada fue un componente de una campaña de educación pública que duró 40 años, a través de la cual el gobierno de la Isla fue capaz de fomentar no sólo el espíritu comunitario y la auto-dependencia, pero también un sentido de orgullo nacional que se cristalizó en la abundante producción cultural de la DIVEDCO.

Marisel C. Moreno y Thomas F. Anderson

In 1948 – after having appointed more than 20 non-native governors of Puerto Rico – the United States Congress finally granted the people of this Caribbean island and U.S. territory the right to elect their own governor.

At the end of that year, following a landslide victory, Puerto Rican poet, journalist and politician Luis Muñoz Marín won the first democratic elections in the island’s history. From the beginning of his administration, which would last until 1965, Muñoz Marín pledged to work toward improving living conditions throughout the island, but especially for the majority who inhabited the rural, mountainous interior. Among the governor’s first projects was the formation of the División de Educación de la Comunidad (Division of Community Education). The DIVEDCO, as it is commonly known, was in operation for over 40 years, and its impact on Puerto Rican society and culture was immeasurable.

The DIVEDCO grouped together some of the most prominent local artists, authors, composers, and filmmakers to produce a series of materials – films, posters, and booklets – with the expressed purpose of educating the people about issues such as health, public safety, democracy, literacy, and civic participation. In addition to promoting its educational agenda, the DIVEDCO also emphasized the importance of preserving Puerto Rican cultural values and traditions that had been increasingly disappearing since the United States took control of the island in 1898, after its victory against Spain in the Spanish-American War.

Throughout the first half of the 20th century Puerto Rico had remained a largely agrarian society. Despite its status as a U.S. territory, by mid century the island was still one of the poorest in the Caribbean, and the population density had reached nearly 1,000 persons per square mile. Afraid that such a densely populated island could not sur- vive on an agrarian system, and with an eye toward improving living conditions for the island’s overwhelmingly poor masses, the United States Government – in conjunction with the Muñoz Marín administration – undertook an ambitious industrialization and modernization campaign known as Operation Bootstrap (“Operación Manos a la Obra” in Spanish). As Puerto Rico had enticed U.S. companies to invest in the island by providing promises of cheap labor and tax incentives, one of the most immediate and profound consequences of Operation Bootstrap was the massive displacement of the rural population to urban areas, where poor farmers flocked by the thousands in search of gainful employment. The shift from an agricultural to an industrial-based economy also had other major unexpected repercussions. According to some, modernization and industrialization had a “spiritual cost” for the Puerto Rican people. While Puerto Ricans had been American citizens since the passage of the Jones Act in 1917, and had already experienced decades of American influence on the island, the rapid process of industrialization greatly intensified the Americanization of Puerto Rico.

Muñoz Marín was painfully aware of the spiritual and cultural toll that Operation Bootstrap was taking on the island, and he thus set out to show the Puerto Rican people how modernization did not necessarily imply the loss of their sense of national pride. In other words, he made it a priority to demonstrate that economic advancement and cultural preservation were not mutually exclusive. To this end, in 1949, Governor Muñoz Marín put into effect Law 372, which, among other things, created the DIVEDCO. Muñoz Marín’s idea of educating the people through art, film, and literature had been partly inspired by the Federal Art Project (FAP), the visual arts arm of the Works Progress Administration (WPA), which was the largest of the New Deal agencies established by President Franklin D. Roosevelt. Three individuals who had been involved with President Roosevelt’s New Deal also played key roles in the development of the DIVEDCO: Edwin Rosskam was its first director, and Jack and Irene Delano were in charge of the film and graphics departments. Eventually, the DIVEDCO’s cultural products would be recognized as emblematic of the program that Muñoz Marín called “Operación Serenidad” [Operation Serenity], the spiritual and cultural counterpart to Operation Bootstrap.

The Division of Community Education’s main goal was to educate the Puerto Rican people, especially the semi-illiterate rural population. Aware of the many challenges that this sector was experiencing as a result of Operation Bootstrap, the government made it a priority to aid and to facilitate this demographic’s transition to modernity. The emphasis on the jíbaros (Puerto Rican peasants) and their lifestyle became a trademark of many of the materials produced by the DIVEDCO, which featured rural backgrounds or situations with which this specific target audience could easily identify.

The topics of DIVEDCO’s didactic products ranged widely, as can be seen from the selection of posters featured in this exhibit at the Snite Museum of Art. This collection constitutes a representative sample of the best work done by the DIVEDCO throughout its 40-years of existence. For decades the posters have remained the DIVEDCO’s most widely recognized and valued products, and they are prized commodities among collectors of Puerto Rican, Caribbean, and Latin American art. This is due in part to the fact that most of them were designed by the island’s best-known and most accomplished graphic artists – Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Antonio Maldonado, Carlos Raquel Rivera, Eduardo Vera Cortés, Rafael Delgado Castro, and José Meléndez Contreras – who did much to turn the silk screen into the most popular printmaking technique in Puerto Rico.

Many of the posters produced by the DIVEDCO’s artists – and most of those included in this exhibit – were created to promote the films produced by the same entity. Given that the DIVEDCO’s main objective was to educate as many people as possible, the posters had to be striking and attractive, but they also had to capture the peasant public’s attention with a visual summary of the main themes of the films. These posters – which are so highly valued today – were often printed in editions of over 5,000 copies, most of which were plastered to walls, posts, trees, or any centrally-located object where they would be visible to the public. Strategically displayed in even the remotest corners of each community, the posters advertised the hour and location of a particular film screening. These popular events – which typically took place outdoors during the evening – fostered a congenial and amicable atmosphere that served to promote the community spirit that the DIVEDCO strived to foment.

In addition to the meetings that took place before and after the film screenings, the Division also promoted the formation of study groups to discuss another one of its key cultural products: the Libros para el pueblo [Books for the People]. In most cases, these meetings took place in the days following a film screening, and they too were held outdoors. At the meeting, participants would read the designated book out loud and discuss its main points and apply them to their particular context. In many cases, a DIVEDCO field worker would be present to facilitate (but not dominate or direct) the group discussion. Such an approach was meant to foster communication among the members of the community in such a way that they would feel empowered and in control of their own discussions. This democratizing spirit was most concretely reflected in the implementation of the emblematic círculo democrático [democratic circle], in which community members would sit in the form of a circle and in the open air – away from the restrictive atmosphere associated with the houses of local bosses, town halls, and other government buildings.

Copies of the Libros para el pueblo, like those in this exhibit at the Snite Museum, were distributed free of charge to the rural population. These books were written and produced under the directorship of renowned Puerto Rican author René Marqués, who was considered the intellectual architect of the DIVEDCO. A group of young authors who would later become canonical figures of Puerto Rican literature – including Pedro Juan Soto and Emilio Díaz Valcárcel – worked alongside Marqués, and published their first stories in these educational booklets. Given that the purpose of the books was to instruct the largely uneducated rural population, they used simple language, a concise style, and a significant number of illustrations to convey their main themes in an accessible way. The fact that the DIVEDCO’s leading graphic artists illustrated all of the books has contributed much to their value and rarity.

Many of the Libros para el pueblo were published as companion pieces for the DIVEDCO’s films, and in a similar manner, many of the films were inspired by the stories and essays in the booklets. During its forty-year lifespan the DIVEDCO produced dozens of films, most of which were screened hundreds of times to make sure that even the most remote audiences had opportunities to watch them. Several of the program’s best films were also shown at international film festivals and even won awards and honorable mentions. Moreover, depending on their popularity and the relevance of their themes, films were sometimes shown repeatedly for years, as was the case with El Puente [The Bridge], Ignacio, and Huracán [Hurricane], among others. In such instances, two or more different promotional posters were produced for a single film.

In short, the carefully planned distribution of posters, books, and films to Puerto Rico’s rural and undereducated public was the key component of a 40-year public education campaign, through which the island’s government was able to foster not only community spirit and self-reliance, but also a sense of national pride that was forever crystallized in the bountiful cultural production of the DIVEDCO.

Marisel C. Moreno and Thomas F. Anderson

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