El cartel que creó Carlos Raquel Rivera para la película Yo, Juan Ponce de León (1957), estuvo inspirado por la estatua de bronce del conquistador español y primer gobernador de Puerto Rico que todavía se encuentra en la Plaza de San José en el Viejo San Juan. Según el narrador de la película (quien se supone que es el propio Juan Ponce de León), la estatua, la cual presenta al conquistador en la clásica pose autoritaria, fue forjada del bronce de los cañones abandonados por los ingleses tras su invasión fracasada de la isla en 1797. La película ofrece, según el narrador, un resumen breve de “nuestra historia puertorriqueña, que se remonta a mi llegada a estas playas en 1508.” Se destaca el yacimiento original de Ponce de León en lo que es hoy día Villa Caparra en el año de su llegada, y a la mudanza de la capital a San Juan hacia el final de su carrera como gobernador, a la cual Ponce de León se opuso. Aunque la película aspiraba educar a la audiencia principalmente sobre los aspectos positivos del legado español en Puerto Rico, presenta una evaluación sorprendentemente honesta del trato brutal hacia los indígenas taínos, quienes fueron prácticamente exterminados para mediados del siglo XVI. El narrador solemnemente admite que el deseo de los españoles por “el oro puso fin a la colonización pacífica” de la población indígena, pero vale la pena notar que no se mencionan las decenas de miles de esclavos africanos que fueron traídos a la isla por varios siglos. En contraste a la mayoría de las películas de la DIVEDCO, las cuales fueron producidas en regiones rurales del interior y la costa de Puerto Rico, ésta fue filmada en el Viejo San Juan, donde los edificios coloniales, murallas imponentes, y calles de adoquines avalan el legado español en la isla.
